Un asesino en serie suelto por Tokio, una reportera agobiada por la presión de su jefe, un periodista ambicioso , y un romance que surge en la oscuridad. Esta es la premisa con la que Koi wa Yami.
La serie, estrenada en primavera de 2025, empieza como un thriller clásico: cuatro chicas jóvenes asesinadas, todas con un inquietante detalle en común: el asesino les coloca una lentilla naranja en un ojo y azul en el otro. Así nace el apodo Horus, referencia al dios egipcio de la dualidad ocular.
En medio del caos conocemos a Tsutsui Makoto (Kishii Yukino), una reportera que busca hacerse de la primicia de este caso. En su camino aparece Shitara Hiroki (Shison Jun), un periodista con ambición, intuición afilada y con mucho encanto y quien se sospercha podría ser el asesino.
La química entre los protagosnitas es la columna vertebral de la serie. Sus escenas juntos no solo tienen chispa, sino que crean esa incomodidad al saber que estás viendo algo que no debería estar pasando… pero que igual quieres que pase. Porque el amor, incluso en la oscuridad, sigue siendo amor. Lo que vuelve este drama en una entrega muy original y diferente.
Shison Jun hace un trabajo exelente luciendo tanto perturbador como encantador, Kishii Yukino, por su parte, logra que su Makoto sea a la vez una mujer fuerte, pero también vulnerable frente al amor y el peligro. Los secundarios no se quedan atrás: policías, exnovios, colegas de redacción… todos parecen tener algo que ocultar o que decir sobre el caso, con lo que la serie juega a despistarnos, para que no sepamos quien es el culpable.
La narración mantiene al espectador pegado al asiento, preguntándose: ¿quién es Horus? ¿Qué lo motiva? Y sobre todo: ¿en quién puede confiar Makoto?
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