La serie de HBO introduce un nuevo nivel de amenaza que cambia por completo lo que sabíamos sobre el cordyceps.
El primer episodio de la segunda temporada de The Last of Us no solo reencuentra a los fans con Ellie y Joel cinco años después, sino que también presenta una evolución escalofriante en el comportamiento de los infectados. Ellie, ahora con 19 años, se ha integrado como patrullera en la comunidad de Jackson, donde enfrenta una nueva clase de infectado que actúa con una inteligencia nunca antes vista. Lo que parecía una simple misión de reconocimiento se convierte en una pesadilla cuando Ellie y Dina descubren un infectado que no solo se esconde, sino que planea su ataque de forma estratégica.
Durante el episodio, Ellie queda separada de su grupo tras una caída en un supermercado abandonado, donde se enfrenta sola a esta nueva amenaza. Lo que hace distinto a este infectado es su capacidad para adaptarse: en lugar de atacar de forma impulsiva, se retira, se oculta y ataca en el momento más inesperado. La escena, cargada de tensión, marca un punto de quiebre en la narrativa al demostrar que los infectados ya no son simplemente criaturas salvajes, sino depredadores cada vez más inteligentes.
De vuelta en Jackson, Ellie reporta lo ocurrido y la comunidad se enfrenta a la posibilidad de una nueva fase de la infección. La escena deja claro que la amenaza ha evolucionado, y con ello también el riesgo para los sobrevivientes. Esta revelación cambia por completo la dinámica conocida hasta ahora en la serie, donde los infectados eran predecibles y se movían por instinto. La segunda temporada de The Last of Us promete explorar a fondo este cambio, con nuevos episodios cada domingo por HBO y Max.
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