Una reinvención del clásico de navegador que mezcla frenetismo, encanto retro y algunas asperezas técnicas.
Strike Force Heroes viene de una época muy concreta: la de los juegos Flash en navegador, cuando bastaba abrir una pestaña, darle play y perder la noción del tiempo entre disparos y explosiones 2D. En su origen era un shooter de arenas pequeñas, partidas rápidas y progresión sencilla pero adictiva. Esta nueva versión para consolas modernas intenta traer todo eso de vuelta, con más contenido, más capas de sistema y una presentación un poco más seria… pero sin dejar de ser, en esencia, un caos de balas en pantallas compactas.
La premisa sigue siendo directa: eliges una clase, entras a un mapa pequeño y te dedicas a sobrevivir entre enemigos que reaparecen constantemente mientras subes de nivel, desbloqueas armas y ajustas tu estilo de juego. No viene a contarte una gran historia ni a emocionarte con giros dramáticos; su objetivo es ponerte a disparar en cuestión de segundos y mantenerte en movimiento.
Las mejores partes del juego aparecen cuando el sistema, por fin, se deja entender. La combinación de plataformas, cambios de altura, disparos en todas direcciones y habilidades especiales genera una sensación de frenetismo que funciona muy bien. Hay algo ahí que recuerda, a nivel de “sensación de escenario”, a Worms Armageddon: mapas pequeños, mucho caos visual, estructuras que parecen hechas para colapsar bajo la acción del jugador y un humor algo retorcido en la forma en que todo explota. La diferencia es que aquí no hay turnos ni pausas calculadas; en lugar de eso, hay velocidad pura, movilidad mucho mayor y una urgencia constante por reaccionar antes de que te borren de la pantalla. Esa mezcla de arena pequeña y destrucción acelerada termina siendo uno de los puntos más logrados del juego, especialmente para alguien que no jugó el original y no viene condicionado por la nostalgia.
El problema es el camino que lleva hasta ese punto. Para quien no trae experiencia previa con la saga, Strike Force Heroes puede sentirse poco intuitivo. La interfaz no siempre es clara, los menús parecen hechos pensando más en quien ya sabe qué está buscando que en quien llega por primera vez, y los controles en Switch tardan en volverse naturales. Apuntar con precisión cuesta al inicio, la distribución de botones se siente algo densa y, durante las primeras partidas, la sensación dominante no es “qué divertido”, sino “algo estoy haciendo mal y el juego no se molesta en explicarme qué”.
La progresión refuerza esa sensación ambigua. Sobre el papel, el sistema es atractivo: diferentes clases, armas que cambian realmente cómo juegas, perks y mejoras que invitan a experimentar. Pero todo esto está presentado de manera algo confusa, como si el juego estuviera más interesado en mostrarte muchas opciones que en explicarte cómo encajan entre sí. Con tiempo y paciencia el sistema empieza a brillar y se vuelve entretenido ajustar builds y probar combinaciones; sin esa paciencia, se percibe más como ruido que como profundidad.






Probado en Nintendo Switch 2, hay otro detalle que pesa en la experiencia: los errores técnicos. En más de una ocasión se presentaron pantallas negras, especialmente en transiciones o después de usar el modo reposo de la consola. No es algo constante al punto de hacer el juego injugable, pero sí lo bastante frecuente como para romper el ritmo y dejar claro que esta versión necesita más pulido. En un juego que vive de partidas rápidas y acción continua, tener que pelear también con la consola no ayuda.
En lo visual, el título hace lo que tiene que hacer. El estilo 2D está bien resuelto, los escenarios son legibles, las animaciones cumplen y las explosiones aportan energía sin convertirse en un desastre visual. No compite con los indies más llamativos de la actualidad, pero tampoco lo intenta; su estética es más funcional que espectacular, y en ese sentido cumple.
En conjunto, Strike Force Heroes termina siendo una experiencia irregular pero con personalidad. Cuando el jugador ya superó la confusión inicial, ajustó controles en su cabeza y entendió qué sistemas importan de verdad, el juego puede ser muy entretenido: los mapas pequeños, la sensación de destrucción constante, el humor un poco oscuro y el frenetismo general se combinan en algo bastante disfrutable en sesiones cortas. Pero la entrada es más áspera de lo que debería, y entre la falta de claridad, la herencia de diseño de otra época y los problemas técnicos, no siempre resulta fácil recomendarlo con los ojos cerrados.






No es el típico caso de remake vacío, tampoco es una joya oculta que cambie la conversación. Es un juego con buenas ideas, con momentos realmente divertidos, empaquetado en una experiencia que exige más tolerancia a las asperezas de lo que su look de shooter “ligero y directo” hace pensar.
Un título con caos entretenido y aroma a época pasada, ideal para quienes disfrutan el frenetismo en pantallas pequeñas y no se asustan ante una curva de aprendizaje poco amable… ni ante alguna que otra pantalla negra en el camino.
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Información importante: reseña realizada gracias a un código para Nintendo Switch proporcionado por IndieArk y Sky9 Games.

