Cuando las tierras raras se convierten en armas y la economía global se siente como un mapa multijugador.
Aunque suene como una exageración de guion gamer, los recientes movimientos de China en la guerra comercial contra Estados Unidos —en especial el anuncio del bloqueo de exportaciones de tierras raras— tienen paralelismos inquietantes con la trama futurista de Call of Duty: Black Ops 2. En el juego, ambientado en un 2025 distópico (casualmente, el mismo año en que estamos), la narrativa gira en torno al control de recursos estratégicos y el colapso de relaciones entre superpotencias. En el centro de ese conflicto está la dependencia tecnológica de EE.UU. y el uso de recursos como arma geopolítica. ¿Te suena?
En Black Ops 2, China se convierte en una potencia clave que interrumpe el suministro global de tierras raras, provocando un conflicto internacional que alimenta la narrativa del juego. En la vida real, China domina más del 70% del suministro mundial de estas tierras raras —elementos esenciales para fabricar desde smartphones hasta misiles—, y su reciente anuncio de restringir el acceso a EE.UU. como respuesta a sanciones tecnológicas parece salido directamente del cuaderno de notas de Raul Menéndez. No es un ataque con drones, pero sí un disparo directo al corazón de la economía digital.
La estrategia en ambos escenarios no es militar sino económica: desestabilizar al adversario cortando los insumos que necesita para sostener su poderío tecnológico. Así como en el juego los protagonistas buscan sobrevivir en un mundo en donde cada decisión afecta la estabilidad global, el mercado actual de semiconductores, baterías y componentes avanzados se tambalea ante esta “guerra silenciosa” que se libra con gráficos de barras y tratados, en lugar de rifles y granadas.
Aunque Call of Duty: Black Ops 2 es ficción, lo cierto es que su visión del futuro como un campo de batalla por recursos estratégicos nunca se sintió tan real. Quizás no haya drones invisibles en el cielo (todavía), pero cuando ves a dos superpotencias peleando por chips, minerales y sanciones… es difícil no pensar que estamos en una precuela jugable del próximo conflicto global. Solo que esta vez, no hay opción de «reintentar misión».
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